Yo no sé si creerlo o no, pero he
notado que toda la realidad ha empezado a desmoronarse,
esta cita de la novela de Diego Granda (1993) podría definir de forma sucinta de qué
va este rock & roll surrealista y apocalíptico. Ésas, quizás, podrían ser
dos etiquetas necesarias para encasillar esta novela corta que en 2014 ganó el
premio nacional de arte universitario en la modalidad de novela breve. Surreal
y apocalíptica, llena de sueños, sirenas, fantasmas, peces de colores y de sectas
cuyo único propósito es destruir el mundo tal como lo conocemos para crear uno
nuevo. Hay que destruir para volver a construir, esa filosofía de letra punk es
el leitmotiv de la misteriosa secta que quiere dinamitar la ciudad pues está demasiado blanca como para no
mancharla de algo hermoso, una ciudad que nunca se nombra pero que no es
otra que la ciudad blanca, Popayán, la Popayán del autor, una ciudad que
probablemente sea la que esté sacando la mejor literatura del país, pensemos en
Juan Cárdenas o en Andrés Mauricio Muñoz, y que paradójicamente es reconocida
por ser especialmente conservadora.
La
novela juega con diversos registros, la primera persona, la segunda y la
tercera se mezclan en diversos apartes dándole a la narración una agilidad
particular. Empieza siendo la narración del personaje principal, de cómo se
enamora de esta chica misteriosa y peligrosa, una constancia de que he amado, soñado y hasta vivido. Y termina
con la sonrisa de un fantasma que puede ser cualquier persona, una sonrisa previa,
quizás, al fin del mundo. Y en el medio tenemos un poco de todo, sexo entre una
madre y los compañeros del colegio de un chico, asesinatos, drogas y un cielo
que se cae a pedazos, un cielo que es la pantalla del ordenador del autor o el
pecho de Beatriz, sí Beatriz (Una Beatriz moderna que tiene algo de femme
fatale y que lleva al protagonista tanto cielo como al infierno).
Cielo
para pájaros en llamas bebe de diversas fuentes, bebe de las novelas pop, en donde los personajes
fuman Derby o escuchan a Lou Reed pero no hace del name droping algo que
acartone la prosa o la vuelva un cúmulo de referencias a marcas porque también
bebe de otras fuentes como el surrealismo y pienso que incluso del gore.
Chaparro Madiedo rezuma por buenas partes de la novela y no está para nada mal
porque esta es la primera novela de un autor joven que nos hace ansiar qué será
lo próximo por venir.